9.0
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También
podría pensar en esta película como un viaje de interacción, un vistazo a la mafia
india que ofrece una somera mirada al bajo mundo criminal en el que es habitual
que hasta un niño de siete años sostenga un arma de fuego. En medio de este
caos mediático social en el que las esferas de poder latentes dominan su
territorio, surge el conflicto ya dicho y Tyler (Hemsworth) es un mercenario
que acepta sin más la oferta de salvar al adolescente. Preparado, se sumerge en
la guerra de narcotraficantes. Centenares de policías “comprados” y bandidos
aparecerán en su camino buscando aniquilar al chamaco cual «fruto de la
discordia».
Hasta
aquí me queda claro que Tyler es un antihéroe; con tendencias autodestructivas,
lazos sólidos, de pocas palabras y de lleno a la acción sin tener que pensarlo
mucho, se ahoga en alcohol, toma largas siestas y regala miradas taciturnas y
rotundas a quien se le ponga enfrente. A Hemsworth parece dársele bien el
personaje, y francamente se separa de Thor. Y pues con los narcos es un
juego de poder, de ganarse territorios.
Esta última impresión porque el planteamiento moral que rodea a los personajes es sucio, MUY SUCIO y es un pretexto para darse un sentido. Un último respiro, sea por accidente o una constante sensación de auto-destrucción. Aquí todos son malos con propósito, unos porque desconocen la trampa que se les ha tendido; otros simplemente por hallarle sentido a un camino que para ellos carece de sentido.
Así,
en este contexto, la idea de salvar una vida rescata no solamente a los
personajes, sino también a la historia misma, vista en incontables ocasiones y
resaltada tanto por el carisma del actor australiano como por el contexto
inicial del conflicto secular: el desprecio del padre hacia el hijo que le
secuestran.
Tengo
dos pequeños problemas con esta cinta de acción: el trillado trasfondo de Tyler
y que el guion nunca explica que inició como habría de terminar. El primer
punto le quita, a juicio personal, trascendencia, misterio y emoción al
protagonista, porque —de nuevo— es más de lo mismo. Una esposa fallecida/desaparecida,
un hijo perdido. De nuevo, la carencia/pérdida es un factor humano FORZOSO para
matizar profundamente a cualquier personaje; yo me pregunto ¿es que no hay más?
Y rumbo a su final el estrés me embarga porque todos los “antihéroes convertidos en héroes” se unen para proteger la vida del niño y, por azares y conflictos políticos, van cayendo… hasta que el final es el más inesperado y el sentido de justicia moral prevalece.
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