Midsommar: El terror no espera la noche, nuevo proyecto de Ari Aster, es un conjunto de simbolismos aterradores de corte pagano inmersos en una trama no particularmente original.
Tipo de artículo:
Veredicto con un poco de análisis.
Midsommar es de esas películas que me provocan tal revolución de ideas,
pensamientos y mezclas de teorías cinematográficas que me cuesta ordenarlas y decir
lo que pienso de ellas. Primera porque su director (que ubico de lejos por
haber entregado la muy comentada Hereditary) entrega en 138 minutos un conjunto de simbolismos, mensajes y planteamientos humanos que encuentra su hogar,
no en la tradición judeocristiana, sino en la pagana.
Por ello y no por otra
cosa, Midsommar me parece una película difícilmente digerible y como un marco,
una pintura, a la que le vislumbro la belleza sin realmente definir dónde está ésta
y cómo es que el cuadro que la contiene… lo hace. Así defino Midsommar. Me
costó; más gráfica y explícita que muchas cintas en los últimos 15 años; muy
potente en muchas ideas que alcanzo a imaginarme, pero que no asgo del todo
porque descubro que Aster es un maestro, no solamente para construir una
aterradora atmósfera en una trama que aborda problemas muy humanos, sino porque
también sabe construir una temática en apariencia sencilla, pero llena de ángulos
y lecturas que serían insuficientes para un curso de Teología de un semestre entero.
Vengo de la carrera de
Filosofía —como seguramente ya sabes— y me costó desentrañar, o mínimo
advertir, los componentes con los que Aster escribió esta película. En el plano
superficial es la historia de una chica que se siente culpable por “abusar” del
apoyo sentimental de su novio, y que una noche sufre una terrible desgracia
familiar. Pendulante a nivel emocional, ella decide acompañar a su novio, y los amigos de éste, a un
inocente viaje por Europa; terminan llegando a una comunidad ubicada en Suecia,
en la que conocerán nuevos hábitos y costumbres que desafían sus creencias
occidentales.
La película, de un marcado
ritmo pausado y con música que tensa los sentidos, es gráfica sin piedad en
los momentos más inesperados, cómica en los instantes en que la cámara está
solitaria, pero con una producción engañosa y deliciosamente ruralizada, ofrece
pistas de lo “implícito” y de lo que viene. No me dice del terror que alberga
la zona, de lo que les espera a los protagonistas, pero me deja en claro que
han llegado a un sitio donde se aloja un horror inigualable y del que no podrán
salir. Esta sensación rodea toda la película, permea la piel y deja los nervios
de punta.
Y si a ello le sumo la
estupenda interpretación de Florence Pugh (¿recuerdas Lady Macbeth?),
pues hay premio terrorífico asegurado, más porque Aster no escatima en los momentos
de dolor, de muerte y cómo juega con la idea de purificación, la catarsis o
incluso con las teorías Filosófico-Teológicas de la vida y la muerte. Es algo
impresionante y bastante discutible, porque adicionalmente a los diálogos y las
reacciones de cada personaje, deja comentarios epilogistas entre escenas; es
decir, el entorno mismo es también un personaje taciturno, pero determinante
para la trama.
Todo escritor (servidor
incluido) construye historias desde su propia experiencia, sirviéndose, si le
es posible, de metáforas sobre lo que ha vivido, tergiversándolas y edificando
con ellas infinitas posibilidades para contar lo que quiere sin comprometer la
privacidad de sus intenciones. Midsommar tiene terreno en este sentido.
Aster lo mencionó en una entrevista:
Los personajes que esbozo están inspirados en mujeres
que conozco o admiro, y algo me impulsa a escribir sobre ellas. Soy un
guionista que se deja guiar por su instinto sin planear demasiado lo que va a
ocurrir con cada personaje, aunque no niego que muchos sucesos surgen de mi
propia experiencia. Es una metáfora de mi propia vida. Tal vez por eso se
sienten tan reales mis películas», explica Ari Aster y añade "«He diseñado la película para crear una catarsis. El público sale de la
sala enfrentándose al dilema que propone y hablando de ello. Mi gran
preocupación era crear personajes reales con los que el público pudiera
identificarse. La dinámica entre Dani y Christian, su novio, la convierte a
ella en protagonista y a él en el antagonista», reflexiona el
director.
Así que es un hecho que Midsommar
no es para los de corazón y estómago sensible, pero sí para las personas de
mente abierta y que no miren los rituales con malos ojos. Es la ejecución de la
trama lo que dará mucho de qué hablar, pero entre los contras, la sinopsis de
este largometraje no es particularmente original, pues he encontrado historias
similares en, por ejemplo, La Cura del Bienestar o, sin ir más lejos, en
un episodio de la serie The Rain, de Netflix.
Conclusión:
Ari Aster callará bocas y
demostrará lo que James Wan jamás podrá: el terror no necesita de espíritus
para espantar, sino del lado oscuro humano.
Me pareció muy larga la película, incluso llegó a aburrirme un poco. Con escenas muy fuertes, pero creo que fue muy creativo el guión.
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