Entretenimiento sin pretensiones.
Lo malo de que no en todos los complejos del país estrenen la misma cantidad -y calidad- de películas, obliga al espectador a elegir entre el promedio la que considere más adecuada. O la más entretenida, si cabe pensarlo. En este caso, nos vamos por la segunda categoría de posibilidades y es donde encontramos El Último Disparo (First Kill, Dir. Miller, 2018). En la cinta, Christensen interpreta a Will, un adicto a los negocios que, tras un llamado de su esposa diciéndole que su hijo volvió a meterse en problemas, decide aprovechar el fin de semana para fortalecer su relación y así inyectarle algo de valor a su pequeño.
La trama comienza cuando, después de avistar un venado y perderlo de vista, son testigos de un encuentro casual entre un policía y un ladrón en una escena de tiroteos en el bosque; discusiones aquí y allá, los protagonistas son obligados (por un desdibujado y poco explicado sentido de moral que no cabría completamente en la situación expuesta) a llevarse al herido para curarlo y pedirle explicaciones sobre el extraño encuentro.
Es aquí cuando la trama verdaderamente arranca y las "motivaciones" de los protagonistas comienzan: Will y su hijo ayudarán al extraño a recuperar una misteriosa llave que parece ser la clave de todo; Bruce Willis interpreta al policía de mal humor y "protector" de una comunidad, que también se verá envuelto en todo el asunto. Y es básicamente el centro de todo. Que además tiene un pequeño trasfondo, que paulatinamente va cobrando importancia a medida que la trama llega a su final: en un banco de la localidad se dio un atraco, "el más grande en décadas", y que será el detonante como telón de fondo para explicar las piezas de ajedrez que exhibe el guion.
En papel puede que todo se lea como una gran cinta de acción, y apoyado por una buena fotografía, así lo hace ver el director Steven C. Miller una vez que traslada las palabras a la pantalla. Si le revisamos su filmografía, le vislumbramos la habilidad para realizar cintas de acción palomeras con una dosis de coherencia interna, no desprovistas de altibajos. Porque sus puntos débiles son lo predecible de algunas escenas y que, obviamente, habrá final feliz. Pero si queremos encontrarle el valor de entretenimiento a la película, lo hallaremos en los momentos en que el hijo de Will y el ladrón al que salvan construyen una insólita amistad. En esta "sub-trama" es donde la película alcanza sus mejores instantes, con una cámara paciente, planos de perfil, fondos parcialmente oscuros, no hay acción (ésta está reservada para los momentos de forzada adrenalina).
Así es que, para finalizar, El Último Disparo funciona, sí, como un momento para pasarla bien, disfrutar la presencia de Bruce Willis en pantalla y, eso sí, maravillarse con la naturaleza del bosque, que es donde mayormente transcurre todo. Fuera de eso, una cinta más del montón con pequeños comentarios "parabólicos" sobre el valor interno en uno mismo, algo que, obligadamente, debía venir del "villano".
Pues sí es muy básica y predecible la cinta. Sin embargo nunca aburrirá ver a Bruce Willis. La verdad no me esperaba que al final él fuera el villano y quién había planeado todo el robo.
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