Telenovela americana.
Comenzaré
por decir que mi decepción ante la continuación de la primera temporada es
gradual, parcialmente esperada y, hasta cierto punto, novedosa. Es una paradoja
de sentimientos la que me genera la segunda temporada de una serie que,
liderada por la plataforma de streaming NETFLIX, siempre estuvo anclada en
temas tan controversiales como vigentes: el bullying, del suicidio, la
negligencia estudiantil, entre otros factores. Abordar dichos temas de una
forma realista, cruda y sincera siempre acarrea consecuencias; es algo que debe
tomarse con pinzas, con el mismo cariz como si del pan sacado del horno se
tratara; por ello el tono que se le imprima a una adaptación televisiva versada
sobre estos tópicos causará, irremediablemente, una polarización entre las
audiencias.
Si
la primera temporada causó tal impacto gracias a los matices impresos en los
conceptos explorados, la segunda temporada provoca dudas y emoción por igual.
Esta ambivalencia radicó en que, por un lado, uno como espectador desea saber
qué pasará, si los “villanos” son castigados y las víctimas rescatadas. Por
otro lado, causaba suspicacia por la manera tan juvenil y cursi de retratar
algunos hechos, aderezándolos con drama gringo medianamente cumplidor. La
segunda temporada, vista con ojo clínico, es rescatada por las actuaciones de
un par de protagonistas que son, simplemente, realistas y absolutamente
convincentes. A ello agrego un guion que “peca” de filosófico: ¿cómo saber que
los eventos narrados en la temporada piloto son realmente ciertos?, ¿No fueron
manipulación, resultado de la angustia creciente de un individuo llevado a su
propio límite?
Katherine
Langford está "de vuelta" como Hannah Baker en la presentación de un
fantasma para Clay Jensen (Dylan Minnette), quien sufre de estrés, impotencia,
enojo y demás atributos que lo llevarían directo a una clínica. Porque nadie
más tiene SU problema: “platicar” con el fantasma de Hannah en varios episodios
de la temporada. ¿Son las repercusiones psicológicas azarosas? Por trece
razones: temporada 2 (thirteen reasons
why: season two) ahonda en la demanda que los papás de Hannah interponen
contra el colegio que falló en proteger a los estudiantes del acoso, la
victimización y el abuso de drogas.
Tenemos,
de nueva cuenta, una especie de complot que desencadenará los acontecimientos
de la nueva temporada, retomando momentos clave de la primera, y añadiendo
nuevos aparentemente sacados de las enormes mangas de los guionistas. El
detalle aquí en contra es que, en varios de los episodios, estos momentos lucen
como del pasado de la protagonista, cuando no son mencionados ni por asomo en
la entrega pasada y que tienen directa relación con Hannah, lo que
evidentemente le resta verosimilitud a la serie en la continuación.
Acierta
al abordar el acoso estudiantil, al establecer una crítica al mundo juvenil, a
lo que sucede cuando no hay maestros, o cámaras de vigilancia, a lo que sucede
cuando un "buen" estudiante se enfrenta a la "mafia
escolar", por llamarlo de algún modo. Y es que, si vemos la serie de
lejos, fuera del caso de la demanda y de la oportunidad de dos personajes
particulares de brillar en su arco dramático, la nueva temporada no ofrece
realmente nada nuevo ni sobresaliente. Es más, se parece muchísimo a una serie
de WB sobre un pueblo acechado por las mentiras y las verdades ocultas, un
pueblo asediado por la muerte de un muchacho en un lago...
¿Suena
familiar?
Y
lo peor es que el epílogo anuncia una tercera temporada...
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