Quita la cortina, que no veo la obra.
Como toda la obra del famoso dramaturgo, tuve mis escollos a la hora de interpretarlo, y es que su análisis -diría yo- tiene un sesgo casi poético. Mis problemas para llegar al fondo del mensaje, si es que lo hay, residen en que los diálogos, más allá de su carácter vívido y emocional, tienen esta doble dirección en la que un personaje parece tener más importancia en el efecto que en la causa. Como ejemplo de esta naturaleza narrativa veo a Hamlet, que inspiró a El Rey León, me atrevería a decir.
Entre las múltiples referencias y paralelismos en la inmensa historia de la Literatura se ocultan comentarios críticos a la sociedad, que pueden ir desde temas políticos hasta interpersonales. En El Rey Lear, da la impresión de que predomina uno, al menos de forma sutil: la anteposición del hombre sobre la mujer. Y es un tema grave y vigente en muchos sentidos; aquí Shakespeare lo sitúa de una forma particular muy poderosa: en la obtención del poder.
El hombre con la oportunidad de dirigir, los lacayos que obedecen y las mujeres que acatan las reglas. En este contexto acechan las mentiras, los secretos y las traiciones, ¿dónde colocar a la mujer? Shakespeare aquí la contempla de dos formas: como sumisa políticamente y como un ser "satanizado": un ser que sólo piensa en ascender de posición. De esta perspectiva, el margen psicológico que le deja a la mujer, encarnada en tres personajes (Goneril, Regan y Cordelia) es cortado en pedazos matizándolo como algo secundario; Goneril es el ejemplo blanco de la humildad, de la sinceridad y la nobleza, valores que, aparentemente en un intento por ser crítico, Shakespeare traslapa con las intervenciones de las hermanas para enfatizar su mensaje: ¿Qué es la mujer si no la sombra del hombre? Y esta es la lectura que saco de un texto que se ve más preocupado en desarrollar a sus personajes masculinos que a los femeninos, como si Shakespeare hubiera tenido miedo de concederle un poco de libertad a la mujer, un poco de expresión. Por eso coloca en demasía personajes varoniles: el poder en manos de la "raza superior".
Desde luego estos elementos volvieron a la presente obra, a diferencia de otras del autor, una pesada y casi desarticulada lectura donde lo que importa es cómo salir del apuro más que velar por los que te rodean. En El Rey Lear, Lear está por desistir de su puesto como rey, y ante la situación sus tres hermanas expresan claramente sus deseos: dos le sirven "incondicionalmente" a cambio de la corona, adulándolo constantemente con miras a obtener el anhelado premio. La tercera busca amarlo y, si la corona le toca, expresa que ocurriría porque así debe ser. Inmediatamente se convierte en un entorno de sospecha, pues su inocencia y buen corazón rápidamente son vistos con malos ojos.
Esta es la fórmula de una de tantas obras del reconocido autor, quien pese a jugar con elementos clásicos y de alta veneración, no siempre entrega historias divertidas. Habrá quien me juzgue por pensar así, lo cierto es que Hamlet me gustó más, pero sigo teniendo a Otelo en la cima de mi pedestal.
Como toda la obra del famoso dramaturgo, tuve mis escollos a la hora de interpretarlo, y es que su análisis -diría yo- tiene un sesgo casi poético. Mis problemas para llegar al fondo del mensaje, si es que lo hay, residen en que los diálogos, más allá de su carácter vívido y emocional, tienen esta doble dirección en la que un personaje parece tener más importancia en el efecto que en la causa. Como ejemplo de esta naturaleza narrativa veo a Hamlet, que inspiró a El Rey León, me atrevería a decir.
Entre las múltiples referencias y paralelismos en la inmensa historia de la Literatura se ocultan comentarios críticos a la sociedad, que pueden ir desde temas políticos hasta interpersonales. En El Rey Lear, da la impresión de que predomina uno, al menos de forma sutil: la anteposición del hombre sobre la mujer. Y es un tema grave y vigente en muchos sentidos; aquí Shakespeare lo sitúa de una forma particular muy poderosa: en la obtención del poder.
El hombre con la oportunidad de dirigir, los lacayos que obedecen y las mujeres que acatan las reglas. En este contexto acechan las mentiras, los secretos y las traiciones, ¿dónde colocar a la mujer? Shakespeare aquí la contempla de dos formas: como sumisa políticamente y como un ser "satanizado": un ser que sólo piensa en ascender de posición. De esta perspectiva, el margen psicológico que le deja a la mujer, encarnada en tres personajes (Goneril, Regan y Cordelia) es cortado en pedazos matizándolo como algo secundario; Goneril es el ejemplo blanco de la humildad, de la sinceridad y la nobleza, valores que, aparentemente en un intento por ser crítico, Shakespeare traslapa con las intervenciones de las hermanas para enfatizar su mensaje: ¿Qué es la mujer si no la sombra del hombre? Y esta es la lectura que saco de un texto que se ve más preocupado en desarrollar a sus personajes masculinos que a los femeninos, como si Shakespeare hubiera tenido miedo de concederle un poco de libertad a la mujer, un poco de expresión. Por eso coloca en demasía personajes varoniles: el poder en manos de la "raza superior".
Desde luego estos elementos volvieron a la presente obra, a diferencia de otras del autor, una pesada y casi desarticulada lectura donde lo que importa es cómo salir del apuro más que velar por los que te rodean. En El Rey Lear, Lear está por desistir de su puesto como rey, y ante la situación sus tres hermanas expresan claramente sus deseos: dos le sirven "incondicionalmente" a cambio de la corona, adulándolo constantemente con miras a obtener el anhelado premio. La tercera busca amarlo y, si la corona le toca, expresa que ocurriría porque así debe ser. Inmediatamente se convierte en un entorno de sospecha, pues su inocencia y buen corazón rápidamente son vistos con malos ojos.
Esta es la fórmula de una de tantas obras del reconocido autor, quien pese a jugar con elementos clásicos y de alta veneración, no siempre entrega historias divertidas. Habrá quien me juzgue por pensar así, lo cierto es que Hamlet me gustó más, pero sigo teniendo a Otelo en la cima de mi pedestal.
Muy buen análisis. Saludos
ResponderBorrar¡Gracias! Saludos
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