Space Jam: Un nuevo legado



Visualmente disfrutable, fábula esperada, pero... 
tratamiento HÍPER comercial.


Por EdSQ

Todavía me acuerdo cuando vi la cinta de 1996, protagonizada por Michael Jordan, que resultó en un espectáculo que me encantó. Digo, era fan “asiduo” de Bugs Bunny y sus amigos, pero había programas derivados de esta licencia, tales como Fantasías animadas de ayer y hoy, que pasaban los domingos y me desesperaban sobremanera; creo que eran la sombra de la infancia. Como fuera, cuando llegó esta película estaba como en cuarto de primaria y me acuerdo que debía estudiar para un examen y esperarme hasta el sábado para ver Space Jam.


Ahora, años después, llega una nueva versión con referencias a la película de antaño. Escasas y puntuales, que sin embargo emocionan… haciendo de esta secuela un atiborrado eco, mescolanza y mucho más. Space Jam: Un nuevo legado trae de vuelta a nuestros personajes liderados por Bugs Bunny… y más. En este caso, y compartiéndote mi opinión con varias semanas de distancia del estreno de la película, no hay problema para hablar sin rodeos porque no hay nada que destripar. La historia aquí ha cambiado: es la de un padre conectando emocionalmente con su hijo; imbuido por sus propias enseñanzas, ha creado muros psicológicos en torno a su familia. Eso es lo que en esencia veo aquí.


¿El resto? Un enorme comercial a la WB. La película es —juego de baloncesto tridimensional mediante— un despliegue de todas las licencias de la compañía. Desde DC Comics, Legendary, hasta referencias a HBO Max (¿Juego de Tronos? ¿Eres tú? ¡Claro! La absorción…) y mucho, mucho más. La trama es: LeBron, superestrella de la NBA, junto a su hijo, queda atrapado en un espacio digital gobernado por una fuerza todopoderosa llamada A.I., quien los reta a vencerlo en juego de baloncesto. Si ganan, son libres; si pierden, se quedarán en el ciberespacio… para siempre. Naturalmente ganan, hay final feliz y todo. La ejecución de cómo ocurre no me convence del todo, y aunque Don Cheadle es un buen villano, no me atemoriza por sus constantes chistes y momentos “de miedo”, un balance poco firme que lo hace parecer más un chiste de sí mismo que otra cosa.


Entre el resto de las ideas expuestas en pantalla (inclusión de todos los personajes de la compañía —algunos ejemplos: El Hombre de Hojalata, King Kong—), todo llega y se va… hasta la participación de Michael B. Jordan como referencia nominal al aludido basquetbolista emociona y desanima una vez que pasa. Sí, como nostalgia tengo a Bugs Bunny y su grupo de amigos, breves escenas adultas que incluyen alcohol y chistes sexuales medio arropados en esta cinta familiar, una divertida burla a Batman, un brevísimo homenaje al Hombre de Acero (la versión que más detesto del personaje, por cierto), pero fuera de eso, el ingenio de los protagonistas y un juego que tarda mucho, pero mucho en llegar. Inicio sumamente lento, efectos especiales que deslumbran (eso sí), pero es todo. Space Jam 2 es como un envoltorio de ricas papás donde la bolsa es enorme y el producto apenas llega a la mitad. Así se siente esta entrega. Entretiene, claro, sorprende con los secuaces, también, pero el villano de Don Cheadle (encontrar a un campeón… ¿para qué? ¿Suplantarlo? ¿Acompañarlo? ¿Evitar la soledad? ¿?) no tiene motivaciones muy definidas que digamos, y eso provoca el desbalance antes mencionado.


Space Jam: Un nuevo legado sí entretiene, pero no iguala a su predecesora y, por lo mismo, no vale tristemente el boleto de cine. Solamente, muy detrás del “¿Qué hay de nuevo, viejo?”, queda la sensación del enorme poderío comercial de Warner Bros… y que algo más puede surgir.

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