Nowhere Boys: temporada 2


Cuando todo se resume a recuperar lo que se ha perdido.



Después de una primera temporada que dejó ganas de más sólo por sus minutos finales, llegamos al momento de hablar de su segunda parte, y no con mucha alegría. Chicos Perdidos (Nowhere Boys) está de vuelta, con sus protagonistas teniendo que lidiar con su regreso a casa tras estar temporalmente en un universo paralelo. Seamos honestos/justos y digamos que son experiencias únicas. Y si nos apoyamos en los efectos científicos de la Teoría de la Relatividad de Einstein, la trama cobra mucha importancia si al concepto central le añadimos la belleza de la posibilidad en sí, de las decisiones como ejes centrales de nuestra psicología. Eso fue algo que la primera temporada supo desarrollar adecuadamente pese al poco material con que contaba la historia y duración de cada episodio. 

Para su segunda parte, como decíamos, nos plantean que los protagonistas deben lidiar con las secuelas psicológicas, con la prensa, sus familias y con ¡sorpresa!, el descubrimiento de poderes acordes a sus elementos. Es así que mientras Félix tiene el poder del fuego, Sam control sobre el aire, Jake sobre la tierra y Andy sobre el agua. Pero guionistas y productores, para agregar la tensión necesaria a un argumento que a estas alturas tiene la emoción necesaria y camina por el terreno de lo sobrenatural, eligen darle un conflicto particularmente raro y que, personalmente, no habría utilizado para fines de "atraer a la audiencia": la desaparición de uno de los protagonistas, Andy. 

Y es que el aspecto de desarrollar "cómo te sientes de regresar a casa tras estar en una Tierra paralela" daba para mucho. Podían haber usado arcos argumentales realmente potentes, o esa parecía ser la oportunidad, pues estos problemas (válidos en historias de este tipo) pasan a segundo plano cuando Andy decide usar sus poderes en público, huye y, manipulado por una bruja, termina atrapado en otra dimensión. Todo por el rechazo, la presunción y el desquite. Estos "sentimientos" son el verdadero impulso -y bastante patéticos- de la segunda temporada. 

Con las ganas de traerlo de vuelta a toda costa, lidiar con la prensa, la ley y las familias preocupadas por la desaparición de Andy, el equipo hace todo lo posible por hacer lo correcto y ser los "héroes" de la historia pese a obstáculos poco atinados que, a veces rayan en lo absurdo, a veces en lo ridículo, otras veces en lo fantástico, para traer a su compañero y amigo de vuelta. Y dado que esta segunda temporada dura 13 episodios, no hay mucho que enganche pero sí que irrite si en más de la mitad de los capítulos te la pasas escuchando "We have to go", y entonces me preguntarás "Si tan aburrida estaba, ¿por qué no la dejaste de ver?", porque al final es una historia, y por más ridícula o extraña que pudiera volverse, se debe terminar. 

No creo necesario establecer la comparación con personajes como Los Cuatro Fantásticos por aquello de los poderes, ni pertinente enaltecer personalidades, porque aquí la temporada parece tener otros intereses: que te hartes de ellos y que traigan a Andy de vuelta, sólo porque este chico se enceló por amor. Hay elementos e ideas rescatables, como el Espacio Negativo del que se habla, y la posibilidad de que la psicosomatía alcance niveles metafísicos por igual; o lo que es lo mismo: que las emociones rijan el entorno; que nuestras emociones congenien con la ciencia y la mística, mezcla de ideas que, por ejemplo, ya exploró Christopher Nolan en Interestellar

En su defensa puedo decir que los personajes estelares han fortalecido sus lazos y se les percibe más como un equipo, aun cuando por momento exuden laxitud. Juzgando el último minuto, parece que se vislumbra la ambigua posibilidad de una tercera temporada, el problema es que no dejan claro el tipo de conflicto que podrían enfrentar. 

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