Nuevo Orden


 

El tipo de «terror real» que no sentía desde Voraz.





Con las precauciones necesarias asistí al cine a ver NUEVO ORDEN, la polémica cinta de Michel Franco. Los cines en la CDMX continúan aplicando las necesarias medidas de seguridad y sanitarias para hacer la experiencia en la gran pantalla una placentera, segura y confiable.



Por EdSQ.

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NOTA: de la filmografía de Franco, solamente he visto dos cintas que me han dejado casi igual de perplejo: Después de Lucía y Las hijas de Abril.

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El tipo de miedo que sentí una vez que terminó esta película y comenzaron a salir los créditos fue algo casi vivencial para mí. Lo he dicho anteriormente: no necesito un espectro de CGI que represente a un demonio para espantarme, basta con mostrar algo verosímil y cercano para atemorizar. Nuevo Orden me hizo sentir esto. Es algo posible. Tan posible como que la Tierra entre en un ciclo de enfriamiento al estilo de El día después de mañana. Son la clase de eventos que entran en la categoría de lo posible, más que de lo probable. Y eso más aterrador. 

A mi forma de verlo, esta cinta —escrita, editada y dirigida por Michel Franco— maneja dos narrativas, con una "desprendiéndose" de la otra. Para comenzar, todo arranca con imágenes simbólicas y una vaga idea de caos, perdición, ruptura y violencia. Y, escenas más tarde, me trasladan a una boda y juzgando la zona, el diseño y todo, parece el festín de una opulenta familia. Personajes aquí y allá y, tras oídas de una manifestación que ocurre en los alrededores, pronto la boda termina siendo (de nuevo, a mi gusto) la metáfora del festín que "aleja" de la realidad y todo el caos es la materialización de esa misma realidad que choca con todo su poder ante la civilización. 


Apenas pienso en esta idea y tiene mucho sentido para mí, porque es ese mismo choque, tan inesperado como el grito de un personaje encarando su muerte, como una noticia virtualmente inasible que, de pronto, es tan palpable como tocarme la cara o cruzar mis manos. Sí, tiene mucho sentido. Entonces, la llegada del longevo ayudante de la familia puede plantearse como ese "aviso" que no queremos escuchar, el aviso de una inminente amenaza, de la ruptura, de la llegada del caos a un aparente "orden establecido". Una metáfora dentro de otra metáfora; casi «meta-referencial». Cada uno de los intentos de la familia por "callar" y "sacar" sutilmente al señor de su propiedad pueden ser formas de evadir o silenciar ese aviso, y cuando el caos llega a irrumpir, sí o sí, al hogar (nuestro espacio de intimidad), todo se sale de control. Gritos, caos, muertes, violencia, destrucción. 

Sí, los críticos tienen razón. Michel Franco juega con ese miedo: el miedo a la violación social, psicológica, íntima. Y además, el director lo plantea de una forma que me gustaría no haber visto. Porque Nuevo Orden se siente como " vivir las últimas consecuencias del estado en que actualmente tenemos"; algo que no es real, pero puede serlo. Y eso es lo profundamente aterrador, porque siempre pensamos que ese espacio es intachable, intocable e indestructible y el arrebato de esa certeza, de ver en pantalla la violencia y la irrupción (incluso) del momento que simboliza una unión, es una pesadilla de la que se escapa pocas veces en la vida.


Marianne representa la bondad, incluso en un momento de gozo y que a pesar de sus buenas intenciones, termina obteniendo un trágico final. Y es cuando pienso que su camino puede ser otra fábula sobre no forzar la voluntad ajena y que un "no" doloroso al momento es la delgada línea entre la salvación o estar frente a un destino inesperadamente fatal o de que no importa cómo actúes, la desgracia te alcanza. El destino no te mide por tus intenciones, es ciego, imparcial y te atrapa. Punto. No hay más. 

Oh, sí. Nuevo Orden me pareció brutal por cómo va ascendiendo su trama y muestra el silenciosamente sombrío destino que le espera a Marianne (Naian González), secuestrada por militares y termina esperando que su hermano Daniel (Diego Boneta), acompañado de su papá Ivan Novello (Roberto Median) la rescaten, pagando la recompensa por su cautiverio. Y es en este punto en que la cruda realidad de la película mantiene su tono oscuro, su sombría atmósfera y, ya angustiado por la realidad desplegada ante mis ojos, palidezco al ver la "maldad" del filme anunciarse y no mostrar piedad a nadie. Porque hay muertes, muchas, variadas, imparciales y sin igual, otra alegoría de lo aleatoria que puede ser la crueldad en vida. 


Por increíble que parezca, las forzosas escenas de abuso sexual no son tan intensas o escalofriantes como algunas críticas o comentarios que leí/escuché anticiparon. Es mucho más aterrador el allanamiento del inicio porque resulta inesperado, chocante y transgresor en muchos sentidos. Y la angustia sube de nivel al mostrar el México utópico donde la violencia llega a niveles tan profundos, que práctica y literalmente vemos saqueos, muertes y la total indiferencia a la "propiedad privada", diseminando basura, caos y muerte en todos lados. 

Y la intensidad, la angustia que como espectador vivo es clara porque las dos narrativas se entrecruzan en varios puntos, no directa sino referencialmente: Marian es la segunda narrativa, mientras que Daniel es la primera, la "originaria", por así decirlo. Y es la lectura emocional de la pérdida, del llanto, de la conmoción la que confluye y las une. 


Y como pasara en El Pianista, cierto nivel de "justicia vengativa" llega cuando la situación está en su aparente nivel más alto. Hay revancha, muerte, incendios y un extraño proceso de purificación en el que se honran las pérdidas, se recuerda lo que se tuvo y lo que queda por hacer. También, a nivel guion y diálogo, me resulta muy curioso que el último momento de diálogo entre Daniel y Marianne esté caracterizado por groserías, mentadas de madre y violencia verbal. Ahí es cuando la idea "no sabemos cuándo volveremos a ver a esta persona, ¿cómo quieres recordarle?" se hace presente. 


Sí, me perturbó un poco esta cinta. Me dejó pensando justamente lo que Franco quiere "¿Estamos bien así o realmente es preciso llegar a las últimas consecuencias de nuestro estado actual?". Mi opinión: cualquier situación siempre puede empeorar y también mejorar. Aunque las ideas subyacentes son "¿De verdad es lógico plantear al ejército como un antagonista inesperado del civil en lugar de protegerlo? ¿Es tan pusilánime el gobierno o está secretamente vinculado a la gendarmería? ¿Qué harían los verdaderos empresarios dueños del país en una situación así?". 

2 comentarios:

  1. Temores whitexicans de Michel Nostardamus.

    Saber que esta cinta fue ganadora del premio del Jurado de Venecia, sólo me hace cuestionar que tan enajenados están los medios con su auto complacencia. La cinta es una obra que parte de una excelente premisa y se diluye rápidamente en la tibia inmadurez de su visión nihilista.

    Ese prólogo/alegoría funciona más como spoiler vacío que el teaser socarrón que pretendía ser “anunciando” el título de la cinta. Luego abre con un retrato magnífico de la realidad en los hospitales públicos (y además lo hace desde una perspectiva previa a la pandemia) saturados y desarticulados hasta su última expresión, incapaces de velar por la salud popular.
    Enseguida se dispone a hacer otro agudo y gran retrato de las élites mexicanas; petulantes, soberbias, derrochadoras, machistas y corruptas. En resúmen, es el retrato whitexican por excelencia en medio de una loa masturbatoria.

    Es en la primera parte que el director reconoce las fallas sociales de su familiaridad y las expone con una denuncia desfachatada y en apariencia atrevida. En apariencia porque casi de inmediato comienza las disculpas de sus congéneres en el juego de la paleta de colores.
    Al presentar a la protagonista, Marian, en un outfit rojo que contrasta directamente —es color complementario— con el verde, hace constatar que defiende su postura como élite y pretende que el público empatice con ésta mujer de clase alta como la buena. Si bien es cierto que hasta en los círculos de poder existe una subyugación hacia la mujer, las mismas son también cómplices de esa corrupción más que sólo meras víctimas.
    Del otro lado expone la revuelta social vistiéndola de verde como el color del horror y la destrucción, sugiriendo infantilmente la co-relación con el verde de las fuerzas armadas como el caos de la opresión. Al hacer esto no sólo deslegitimiza y criminaliza a la sociedad que protesta en defensa de sus derechos, sino que hace al ejercito cómplice de los horrores del pueblo. Es una decisión brutalmente pueril y endemoniadamente torpe, a tal punto que desborda estupidez.

    Además de lo anterior, ese rojo protagónico sugiere que en ese personaje se corporeiza a la sociedad como un todo y nada más falso, en su defecto sería el personaje de Cristian lo más cercano al retrato nacional, con todo y sus bemoles, y es casualmente a este personaje al que con mayor descaro despoja de color. Aquí es donde entramos en problemas serios y permite el paso a discursos antagónicos con total validez.

    Luego viene el problema del ejército como antagonista, porque si bien la denuncia sobre los peligros que existen en el poder de la institución son reales, también son agua pasada y hasta destilada. No sólo su “visión futurista” del poder opresor del ejército es blandengue, sino que llega ya muy tarde con escenas de la realidad nacional que desde hace diez años superan con creces los “horrores” de Franco.
    Con esa misma torpeza decide exhibir el desequilibrio del poder militar en unos cuantos “desobedientes”, sino que los retrata como entidades ajenas al poder de élite, dejando entredicho que la corrupción previamente mostrada en la fiesta y todo lo grotesco que de estos círculos emana, no es tan malo.

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  2. Es una pena que las buenas intenciones de la película, con un arranque espectacular en el sentido de la narración inicial, se quedaran en eso al diluirse rápida y estrepitosamente luego del clímax de la primera parte. Las denuncias que pretenden advertir son argumentos realmente válidos que tristemente se tocan apenas por la superficie sin lograr hacer click con el sentir del pueblo, porque ésta es una historia para los ricos, es una fábula de auto complacencia, una historia de horror para los privilegiados y que no sólo excluye al resto del entramado social, sino que hasta lo señala de antagonista, como no queriendo la cosa.

    Es la torpeza cinematográfica de Franco, la todavía inmadurez de su escritura, la fanfarronería de su personalidad petulante, la tibieza argumental de sus reclamos, las que condenan a una bien intencionada cinta en un caldo de antagonismos todavía pendientes de conciliación.
    Hay un dicho común que reza “escribe sobre lo que sabes” que debieron hacerle hincapié al director en pos de llevar el esfuerzo de informarse debidamente para mostrar un retrato más respetuoso de ese lado tan desconocido por el director, ese misterio que hay detrás de la barda y al que teme irrumpa su ridícula casucha.

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