El viñedo que nos une.


De reconciliaciones y ciclos.


El viñedo que nos une, literal y metafórica en sus intenciones, es la historia de tres hermanos que se "reencuentran" tras la muerte de uno de sus progenitores, desatando una variedad de simpáticas, dramáticas y funcionales discordias porque uno de ellos estuvo lejos mucho tiempo, cuatro años y once meses. Tiempo suficiente para remover lazos y repensar prioridades.

Y justo bajo estos lazos emocionales, los problemas actuales acechan al hermano mayor y es en torno a las relaciones interpersonales de dos de ellos sobre las cuales se desarrolla la historia. Toma un poco esperar por el desarrollo de personajes, pero sin duda se trata de una trama bastante agradable que combina elementos dramáticos con un toque de comedia y desafíos emocionales muy interesantes, todo esto adornado con un vistazo a un enorme y bello rancho ubicado en Borgoña, Francia.

El elenco principal está compuesto por Pio Marmai (Jean), Ana Girardot (Juliette) y François Civil (Jêrémite). Los tres actores, con papeles y personajes que van definiéndose adecuadamente, entregan momentos muy emotivos. Comienzo: Marmai es el hermano que regresa tras mucho tiempo ausente y debe lidiar con la muerte de su mamá y el rencor -justificado, eso sí- de sus hermanos por no haber estado cuando lo necesitaban.

A esto le añadimos Jêrémite está casado y tiene un hijo; se entera del regreso de Jean y decide confrontarlo de la manera más "civilizada" que puede, mientras que Juliette es una bella mujer que no ha construido una vida fuera del viñedo familiar donde los tres crecieron y no se siente lista para irse ni para regir el hogar que por herencia debe.

La película se sustenta en el "conflicto" que la herencia supone con todo y una deuda de la que los tres hijos no sabían nada. Además, está el misterio en la vida de Jean, el hermano mayor. Entre la búsqueda de soluciones que les permita conservar el hogar y el viñedo sin perder nada valioso y los suegros que buscan hacerse con él por el negocio que representa es que todo surge.

En El viñedo que nos une los hechos importan, por lo mismo, son, según la óptica del personaje, pueden serlo todo o simplemente nada, según la intención con que se hagan y aquí, en poco más de dos horas, eso permite que el trasfondo psicológico de los personajes (vemos varios flashbacks donde ellos "interactúan" con sus versiones jóvenes o "recuerdan" el escaso apoyo emocional de su papá) se sienta familiar, cercano y hasta divertido.


Así, esta película se convierte en una cómoda y muy certera reflexión acerca de la unión entre hermanos, el efecto psicológico que la educación de sus padres tuvo en cada uno así como el lazo que por sí los une, y considerando el efecto que el tiempo puede tener en ellos y cómo lidian con el porvenir. Con una fotografía e imágenes de Borgoña realmente envidiables, Klapisch nos entrega una cinta europea donde el epílogo es que, independientemente de cuál sea tu lugar actual en la familia o dónde estés, vale la pena reconciliarte con tu pasado para seguir al futuro, avanzar y reinventarte, y ese mensaje no lo ofrece toda película. 

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