Rescate suicida. El descenso de Willis.



¿Cómo definir Rescate suicida? Como una cinta de acción olvidable. Sueno cruel, es muy probable, pero la verdad tanto la premisa como el desarrollo de la historia -que, admito, tiene uno que otro giro de tuerca- son banales, con B mayúscula. Parece que Duro de matar (o Jungla de cristal, como la llaman en Europa) ha sido el mayor logro de Bruce Willis, aun con la más reciente entrega de dicha saga que protagonizó al lado de Courtney. En la presente ocasión comparte créditos con Kellan Lutz. Lo has de conocer, el sujeto rudo y musculoso que fue vampiro en la saga Crepúsculo y que también interpretó a Hércules en 2015. Aquí entra como héroe de acción. ¿Cómo va la propuesta?

Kellan interpreta al hijo de Willis, quien es un agente de la CIA y, según relata el prólogo, ha sido vendido a los "tipos malos". Enseguida vemos cómo la vida de su esposa e hijo es amenazada. Hay una muerte... Diez años después, el hijo quiere entrar a la milicia para convertirse en un agente especial gracias a la inspiración que su papá, como agente,  le ha generado. Su petición es rechazada varias veces, por qué, es algo que no te diré; lo que sí te puedo contar es que la historia es demasiado simple, y la pésima fotografía casi color sepia del inicio no alcanza para atrapar tu interés por la historia; Gina Carano (Rápidos y Furiosos, Deadpool) co-estelariza con espectacularidad visual esta historia como la ruda agente Victoria, quien buscará detener la misión personal de Harry (Lutz); la historia le "pertenece" a Kellan, pero el guión no le entrega el centro de atención, a nadie realmente. Todo se basa en rescatar al papá que ha sido capturado por un grupo de criminales que buscan el control mundial por medio de la telecomunicación, y para esto será necesario partir cráneos con tapas de inodoros, tubos de desagüe, mesas de billar y de antro, todo para acabar con los tipos malos. Sí, qué novedad, ¿eh? Salvo algunas escenas de acción, golpes, balazos, escenas jackiechanianas, la cinta no tiene sustento ni presenta el menor entretenimiento. Ya no aborda de manera central ni enfatizada el ya conocido tema de la tecnología como fuente de opresión sociopolítica, pues es presentado por momentos y nunca se siente que sea el peligro mortal que pintan que es. Entre Carano, que es muy guapa y siempre ha sabido desempeñar convincentemente el estereotipo de chica ruda, tenemos también a la guapísima Summer Altice, que en su poco tiempo en pantalla opaca con naturalidad al elenco que acompaña. 

De Bruce Willis, no se le puede reprochar del todo su actuación, pero su mirada de "¡Jódete maldito!" ya comienza a lucir monótona. Es parcialmente creíble su intento por matizarse como tipo con seguridad y autoridad, pero ya no es lo mismo, no a estas alturas. Lástima. 

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